Sus ojos cafés..perdidos, me miraron. Lo miré y desvió la mirada.
El tren avanzaba, él, me seguía con la mirada.
Yo, imaginaba cosas distintas según cambiaba la canción en mis oídos.
Comenzaba a dormirse. Yo lo miré y sonreí.
Su perfil era lindo. Nariz recta. Encantadora. Piel morena, se miraba suave.
Su cabello era negro, corto y despeinado. Llevaba un suéter a rayas, tenis y jeans.
A medida que lo miraba más a detalle, me llamaba la atención.
No podía dejar de verlo. Él, sentía mi mirada y me miraba de vuelta.
Nuestras miradas se cruzaron...duro segundos, ninguno parpadeo, eran solo las miradas fijas.
Preferí cambiar de dirección mi mirada, aunque la vista en el cristal no era tan buena como en sus ojos.
Por fin el tren llego al destino final...estaba a punto de parar, ambos, como sincronizados, nos levantamos de nuestro asiento. Antes de mirar hacia la puerta de salida, me miró, sentí que algo me decía con la mirada.
De pié tras él, me di cuenta que no era muy alto, pues solo me llevaba unos 10 centímetros.
Las puertas del tren se abrieron, el iba delante de mí. Caminaba muy rápido, llevaba las manos en los bolsillos, yo intentaba seguirlo, pero mis pasos eran mucho más cortos que los suyos.
La gente a mi alrededor caminaba lento, me impedía alcanzarlo, y el avanzaba más y más a prisa.
Por fin tuve espacio libre, lo miré, creí que podría alcanzarlo, pero de pronto, desapareció.
Miré a ambos lados del camino y no estaba. Me quedé unos segundos parada en la bifurcación del camino.
Tranquilicé mis ganas de mirarlo de nuevo, y caminé rumbo a casa, con la idea de que nunca existió.