martes, 24 de enero de 2012

La camisa a cuadros


Era sabado por la mañana, se suponía que debía estar en clase.  Llego a mi celular un mensaje de ese chico tan sexy y que me gusta desde el primer momento en que hablamos, somos muy buenos amigos, pero aun así, el me agrada muchísimo.
El mensaje dice: “que onda, ¿vas a llegar a clase? te estoy esperando eh…”.   Un día antes habíamos hablado sobre desayunar después de la escuela, pero para mi mala suerte el día que hablamos sobre eso fue viernes social,  y no tuve más que irme de fiesta, por esa sencilla razón no pude levantarme temprano para llegar a clase. 
Dieron las 10:00 am y le llame, el tono característico del teléfono me ponía de nervios; carraspeo dos veces para aclarar mi voz y escucho un “¿hola?”.  Era el, yo con voz de recién despierta le digo “¡hola! Llamaba para ver qué onda, ya no pude llegar…pero si iremos a desayunar ¿verdad?”.  El contesta afirmativamente y lleno de emoción “claro nena tú dime donde te veo”; la emoción y los nervios llenan cada célula de mi cuerpo.  Después de unos minutos terminamos la llamada y yo, de un salto brinco de la cama, tomo mis cosas y me meto a dar un baño.
Termine de bañarme, alistarme y salí corriendo de mi casa, tenia 40 minutos para llegar al punto de reunión.
Justo a tiempo, 10 minutos antes yo ya estaba lista, nerviosa, pero lista para verlo, y poder pasar un rato con él, no sabía exactamente qué pasaría, y mientras esperaba en mi mente retumbaban sus palabras “nos la vamos a pasar bien, no te preocupes, te daré un buen regalo de cumpleaños”.
Dio la hora de la cita y el llegaba, con esa amada camisa roja a cuadros que tanto amo, lo vi y sonreí, como siempre, el siempre haciéndome burla de todo…es lo que más me encanta de él, que siempre me hace reír.
Salimos y caminamos por las calles de la cuidad, no recuerdo exactamente qué dirección tomamos, si quisiera ir de nuevo a ese lugar no podría hacerlo, solo pensaba en lo encantador de su sonrisa, en el tono de su voz, y en esos ojos brillantes que me encantan.
Por fin llegamos al lugar, su casa vacía, solo nosotros.  Salimos por algo de comer, el quedo en hacerme un delicioso desayuno de cumpleaños.  Compramos un jugo, el aseguro tener el resto en la cocina, yo confiada en su palabra lo seguí de nuevo hasta la entrada de su casa.
Pasamos un rato hablando de tonterías y después dijo: “ven, vamos a poner algo de música”.  Entre bromas, risas, y abrazos hablábamos de nuestras vidas, a pesar de ser un gran amigo, no hablábamos mucho, y cuando lo hacíamos, era muy reconfortante, y al mismo tiempo, algo sexy y perverso.
El tiempo paso y me dijo: “ven, siéntate aquí, ¿te gusta esta canción?” y me señalo un lugar a lado de él en su cama.  Yo moría de nervios, tenía en mente, después de mucho platicar de nuestra soledad, solo la imagen de sus labios en mi cuerpo.
La canción comenzó, a decir verdad no recuerdo ni que canción era, solo recuerdo su voz diciendo: “acuéstate ven”. Yo me acosté a un lado de él, sobre su brazo derecho, el me abrazó y yo pasé mi brazo sobre su pecho, me beso la frente y yo cerré los ojos, era el momento que estaba deseando tener desde que me enamore de él y su manera tan conquistadora de andar por el mundo.
La música seguía, al igual que su mano seguía el contorno de mi cuerpo, y fue ahí donde todo comenzó.  Como lo había imaginado más de una ocasión, el se acercó a mí, su mano abrazo mi cintura y sus labios tocaron los míos.  Tenía razón, me dio uno de los mejores regalos de cumpleaños de mi historia…hasta ahora.
Recuerdo sus labios suaves y tibios tocando los míos, recuerdo el olor de su cabello y lo suave de su almohada, recuerdo el color de su ropa de cama, y recuerdo también la sensación que tuve cuando comencé a desabotonar su amada camisa a cuadros.
Sus besos eran suaves, con un toque especial, algo los distinguía del resto de los besos que he recibido en mi corta vida.  Mientras nos besábamos, nuestras manos hacían que la carga de ropa en nuestro cuerpo fuera menos. 
Finalmente terminaron esos dos cuerpos hambrientos de pasión desnudos sobre unas suaves sabanas blancas.  Lo demás…lo demás es historia, como lo imagine cuando él me hablaba minutos atrás, tuve sus labios en todo mi cuerpo, sus manos eran mágicas, suaves, precisas, me daban justo lo que yo quería, y ni hablar de esa boca rosada, sus labios suaves, su lengua húmeda…todo era perfecto.
Paso un tiempo, no sé cuánto, la hora era lo que menos me importaba en ese momento lleno de fuego, y el teléfono sonó, era mamá preguntando a qué hora regresaría, y que si me esperaba a comer. “umhh…mejor comida que la que tengo ahora no creo que puedan servirme hoy”, pensé, “no gracias, llego en un rato” le contesté.
Después de eso el solo me miró y me sonrió…pensé que la magia había terminado ahí, pero el volvió a besar mi cuello y a rodear mi cintura con sus manos suaves.  Su piel desnuda y empapada de sudor me decía tócame, bésame, ven acércate…
En verdad, fue un excelente regalo de cumpleaños...cumpleaños que nunca olvidare...al igual que ese cuerpo y esa piel tostada.
Terminó el momento lleno de pasión, sus labios dieron el último beso en mi hombro derecho, desnudo aún, yo…yo solo sonreí y termine de arreglarme.  El terminó de abotonar esa amada camisa roja a cuadros y nos dimos a la tarea de servir en dos vasos un poco de jugo, compra que olvidamos horas antes…después de eso, y para finalizar el regalo, salimos de su casa, caminamos por el parque, y tomamos un café en un lugar céntrico.

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